Yo veo muy
poca televisión. Últimamente me limito a ver deportes y noticias. Los deportes
me gustan. Simples. Derrota o victoria, participación y competición reglamentada.
Su atractivo es evidente. Las noticias me fuerzo a verlas. No porque me guste
saber lo que sucede (al igual que la mayoría, mi primer instinto es ignorar),
sino porque es necesario. Nuestras noticias, en particular, son un interesante
caldo, mixto y denso. Imposible a veces saber que es carne y que es piltrafa.
Me enfoco
en esto porque es tan interesante ver como se nos lanzan tantos datos y hechos
noticiosos. Nos los dan en un vacío, si es que nos los dan. Llegan y
desaparecen con una velocidad y una fuerza que parecería que no quisieran que
los podamos recordar. Uno debe concentrarse y filtrar. Mi problema estriba en
que existen casos en los cuales ninguna opción es satisfactoria.
Los
programas noticiosos, al igual que los periódicos, hacen gala del sinnúmero de
obras inauguradas en estos últimos 60 días de presidencia. No solo esto, sino
que nos recuerdan de manera risueña que esto ha sido así durante los últimos 8 años.
De que existen las obras existen. Eso no es problema. Lo que me confunde es el
hecho de que la mera presencia de estas obras trae a la luz las faltas que
tenemos.
Ejemplo.
Los cañeros, ancianos e incapacitados. Rogando por una mísera pensión con la
cual morir en paz. Si las obras del estado son en verdad tan extensas –billones
de pesos en inversión- esto significan que se ha preferido dar cemento en vez
de bienestar a cientos o miles de dominicanos y haitianos; hombres y mujeres
que han entregado una vida entera al trabajo. Si es mentira la extensión de las
obras, si no están tan completas o no funcionan como se ha promocionado,
entonces el sacrificio de estas pobres personas es para un espejismo cruel y
vulgar. La mera existencia de “inversiones millonarias” en cosas cuando existen personas
que sufren da una rabia que saca lagrimas de cualquier ojo.
Y todo esto
queda arrastrado por la última noticia. Y esta por la ultima, y así
sucesivamente hasta la tumba. Cada nueva historia asesina a la anterior. Olvídate de los pobres, enfermos y paralíticos,
el pollo cuesta caro. Pero es irrelevante porque el salami es venenoso. Pero
nada de eso importa porque Félix Sánchez obtuvo oro y todo en el mundo nos
pertenece durante esos 47 segundos.
Habrá que
detenerse un momento y enlazar todas estas cosas. Preguntarnos cómo sucede todo
esto. No es simplemente dudar de todo lo que oyes. Es también rescatar esa
verdad que une los hechos. Es obligarse a saber. No porque te guste, a nadie le
gusta. Es porque al final de todo, vivirás mejor sin descanso que con los ojos
cerrados.