Tengo mucho tiempo que no voy a misa. Mi madre me ofreció acompañarla
hoy, pero me quede aquí en casa, vestido de internauta, tendido en mi
habitación. No es raro que no vaya. Es más la norma que la excepción. Solo
tiendo a ir en ocasiones donde todos tememos la soledad existencial: bodas y
funerales.
Lo bonito del caso es que me considero firmemente católico. No me atrae
ninguna otra religión ni ninguna otra denominación cristiana. El argumento ateo
no me convence y el agnosticismo me parece sofista. A diferencia de muchos, no
me molesta la tradición ni el ritual romano. Tampoco me molesta el sincretismo
local.
Tengo imágenes de santos, invoco a la Virgen María, me gustan las
iglesias grandes y no me molesta que el Vaticano sea de oro y mármol.
¿Por qué entonces no soy mas activo en mi fe?
No creo que la institución del catolicismo sea mala. Considerarla así me
haría considerarme a mi mismo y a mil millones de católicos como malos. Las
iglesias no solo son sus dirigentes y clero. Las iglesias son sus adherentes.
Las masas humanas no son inherentemente malas.
El problema que tengo con la institución que dirige mi fe es sencillo.
Mi iglesia se niega rotundamente a renovar su humanidad. Los cardenales, los
obispos, el Papa; se aferran a una humanidad que simplemente ya no existe,
creyendo que esto es testamento de su visión teológica. El ser humano no debe
ser homosexual ni protegerse sexualmente. El clero debe ser casto.
Estas reglas son comprensibles en el contexto del momento en que fueron
creadas. Estas reglas eran útiles en el momento de su creación. Nuestra
población no esta ya en constante peligro de disminuir, y ya sabemos de donde
vienen las enfermedades que nos azotan. Sostenerse estas ideas como parte
central del dogma es una disminución de la labor eclesiástica de miles de
hombres y mujeres a través de la historia.
Lo triste es que, en su fundamento, el catolicismo nace del
enfrentamiento a las problemáticas contemporáneas. Nace como una respuesta a la
plétora de visiones teológicas discordantes que abrumaban al cristianismo
primitivo. No digo que la eliminación de las “herejías” cristianas primitivas
sea un acto bueno o malo. Lo que quiero decir es que la iglesia de la época reconoció
una problemática que necesitaba de trabajo en el presente. Necesitaba de la
movilización de sus recursos intelectuales y espirituales (además de militares
y económicos) para no desaparecer.
La diferencia de la iglesia presente para con aquella iglesia naciente
es que hoy día la iglesia se conforma con invocar su historia como argumento de
valor.
Esto no me es demasiado sorprendente, debido a la organización episcopal
que sostiene al catolicismo. No tengo nada en contra de la organización
“Papa-obispo-sacerdote”. Lo que si me molesta es la falta de renovación interna.
Algunas de las personas más educadas, progresistas, buenas y trabajadoras que
conozco son sacerdotes. También algunas de las más corruptas y manipuladoras.
De rutina los segundos se encuentran en puestos mas elevados que los primeros.
¿Por qué sucede esto? Creo que, más allá de política interna, el
problema yace en una falta de comprensión desde el punto de vista clerical. El
sacerdote, desde su formación, esta muy alejado de la realidad humana a la cual
debe servir. Desde ahí el joven clérigo, lleno de positivos ideales, se queda
sumido en ese idealismo y no se enfrenta a la crudeza de la vida de su feligrés.
Ahí queda entonces, inconsciente a la terrible responsabilidad que debería
estar cargando.
No pido que nazca un cambio de la noche a la mañana en una institución
que ronda los dos mil años. Lo que si pido es un reconocimiento de su propia
historia. Un poquito menos Inquisición y un poquito más Rerum Novarum. Un
acercamiento al fiel que la constituye. Un Vaticano III que reconozca que
aunque el fiel es fiel, lo es más a Jesús que a la institución que lo
representa. Una iglesia más preocupada por el cuerpo que carga el alma. Una
iglesia que de manera universalista lleve un mensaje de justicia social, no
solo en pedazos y en contradicción consigo misma. Una iglesia que se preocupe
por mí como yo me preocupo por ella.
Quien sabe, talvez así logren que vaya mas a misa.