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martes, 19 de junio de 2012

Orgullo y Prejuicio

Mi novia es una mujer brillante. Se que no es parte de la temática común que he cultivado hasta ahora, pero debo decirlo, ya que en verdad lo es. Es una morena preciosa que me alegra la vida. Así que, cuando le pedí que me diera una idea de que escribir hoy, no lo pensó dos segundos antes de sugerirme "Orgullo y Prejuicio".

Obvio, ella me habla de su novela favorita, el clásico de Jane Austen. Pero, como casi siempre pasa, el titulo me impactó de una manera más aparente y me puso a pensar. Del prejuicio ya he hablado. Y aunque nunca pesa reiterar posturas en contra del prejuicio, fue más la otra partícula la que me intrigó. Orgullo es un termino de fácil uso en nuestro idioma. Orgullo dominicano es muchísimas cosas para mucha gente diferente. Me siento inclinado a polemizar: ¿Qué es el orgullo dominicano?

El orgullo es un sentimiento muy particular. Es, por encima de cualquier otro, el cual permite manejar más fácilmente a una persona contra su juicio sosegado. Un orgullo enardecido por el nuevo nacionalismo del siglo XVIII fue lo que sostuvo las monarquías europeas durante siglo y medio hasta mediados del XX. El orgullo es el motor que impulsa a las masas a aceptar a las cuales no daría cabida en situaciones normales.

Lo que quiero decir es: ¿Cómo se puede generar un amor saludable por lo propio (en este contexto el país y su cultura) sin terminar en los excesos del orgullo?

Mi mente perfila instantáneamente hacia una educación ecuánime y con apego al hecho histórico. Esto creo que es un punto bastante fino que hay que enfatizar. No es solo dar una educación completa, es realizar una revisión de toda nuestra verdad histórica. De nada vale que lanzemos dinero a una empresa tan necesaria si persistimos en nuestra visión presente de las cosas. Es alterar ochenta años de intelectualidad de élite y nacionalismo trujillista vendiéndote como superior al haitiano e inferior al español.

Hagámonos entender que no estamos debajo de nadie, pero tampoco somos mejores que nadie. La condición económica o política de un país no es un marcador de la bondad de un ser humano. Nada lo es. El bien del hombre nace individualmente o del esfuerzo del grupo, no de algún factor racial o pseudohistórico que le da un valor cuasi-divino. El devenir es para el hombre,no para las naciones. Pero aun hay quienes te tratan de vender, por ejemplo, que la separación/independencia de este país fue un acto de providencia tanto o más que de política.

A la vez hay que pelear con ese espectro del balaguerismo que se aferra y devalúa cada cosa de la dominicanidad. Ese mismo balaguerismo que igualaba invertir en este país a sembrar cardillo. Ese pesimismo preponderante, que solo admite logro alguno en el ámbito de los jugadores de baseball o las nalgas de las mujeres. Hay que hacer entender que esta es una tierra llena de gente buena e importante. . . solo que generalmente no es la que te venden como tal.

 Trujillismo y balaguerismo aun en el inconsciente del dominicano, jugando con sus sentimientos. Llevándote hasta un nacionalismo bordando en lo fascista o a un pesimismo debilitante. Ambos vuelven al dominicano víctima de sus propios miedos y debilidades. Dominicano, tu tierra vale algo. Es bella y es buena. ¿Es la mejor del mundo? ¿A quién le importa en realidad? Con que sea tuya debes estar feliz. ¿Tu historia está llena de criminales? También lo está de grandes hombres y mujeres. Hombres y mujeres de varias nacionalidades que hicieron a este un país igual que todos los otros. No el mejor ni el más glorioso. Ese país no existe.

El que sí existe es República Dominicana. Bueno y malo, rico y pobre. Amarlo, criticarlo, mejorarlo, sí, pero hacerlo sin orgullo ni prejuicio.

Mi novia en verdad es brillante . . .