Creo que es casi obligatorio pronunciarse el 11 de septiembre. Es una de
esas cosas que ha perneado la conciencia colectiva del hombre y se ha
transformado para acomodar todas nuestras teorías. Es un momento catastrófico,
pero mutable, siendo lo que todos y cada uno quiere que sea. Es una
conspiración para aquellos quienes más dudan de la “bondad” estadounidense. Es
una justificación, para aquellos quienes desean armar guerra contra un mundo árabe
ajeno a su voluntad. Es una tragedia para los que perdieron algún ser querido.
Con cada año que pasa, todos estos puntos de vista se vuelven más y más verdad,
quedando mezclados y entrelazados en el mito.
¿Qué paso
el 11 de septiembre del 2001? ¿Que pasó en realidad? ¿Acaso sabremos firmemente
quien es el villano tras nuestras salvajes ideas y teorías?
Yo no
quiero saber. A mi no me interesa quien mando halar el gatillo. Esto es porque
no importa quien haya sido. Que si estadounidenses, yihadi, sionistas o
saudíes; es irrelevante. Es un buen momento para que todos se pongan de pie y
acepten la culpa en grupo. Sí, es culpa de la cúpula de poder estadounidense,
por meterse de manera constante y violenta en los asuntos del Medio Este. Es
culpa de los extremistas musulmanes, quienes creen comprar el cielo con
cadáveres. Sí, es culpa de los israelíes, por sostener la violencia y la
intolerancia desde que les regalaron la tierra de otra gente. Sí, es culpa de
saudíes, por prestar sus vastos recursos a una campaña de destrucción y muerte.
Es la culpa
de todos y cada uno de ellos. Es el resultado de diez lustros de odio e
intolerancia en la zona más volátil del planeta. Lo grande en verdad es que no
hemos aprendido nada del suceso. Gringos y Yihadi aun se odian a muerte, aun
tratan de determinar el destino del otro. El resto del mundo los mira silentes
y rogando que este baile termine como en los tiempos en que los “malos” vivían
en Moscú. Final por agotamiento.
Pues yo no
quiero repetición de finales. No quiero que la paz llegue porque se dieron
cuenta de los muertos en su pasado, de lo horrible de su baile. Quiero que
mejor miren a su alrededor y se den cuenta los lideres de que sus gentes ya no
creen en la razón de su lucha. Quiero que se vean solos y comprendan que la
gente ya no baila ese tango que solo termina en ruina. ¿Cómo podemos
asegurarnos de que así sea? El que al menos una vez haya leído este blog sabe
por donde me estoy yendo.
Debemos ser
entonces líderes en el ejemplo, mientras los líderes en la palabra se enfrascan
en diatribas insensibles. No es necesario estar en Estados Unidos o en una nación
Islamita, podemos dar ejemplo desde aquí, desde donde sea que estemos.
Desamárrate del prejuicio contra tu vecino. Busca un estadounidense (si eres musulmán),
o un musulmán (si eres estadounidense) y dale cariño. No, no le des cariño,
dale amor. Enséñale que tú no eres una simple etiqueta. Que eres una persona
igual que el o ella, y que tu corazón late igual de rápido cuando sientes.
Si no eres
de ninguno de esos dos grupos; si, digamos, eres como yo, antillano, pues entonces
busca a tu “contrario”. Busca al otro. Al que no te cae bien. Al que su raza o
su religión o su costumbre te disgustan. Búscalo y se su amigo. Búscalo y dale
la mano. Búscalo y cásate con el. Aprende que la gente es gente y es gente, no
importa de donde vino o como llego donde está. Ayuda a que, a través del mundo,
los que aun odian entiendan que no odiar es netamente posible.
En este día
lo importante no es recodar que Estados Unidos se metió en Hiroshima o que el
karma universal nos llega a todos. Este día lo importante es recordar que miles
de personas murieron hace once años, por culpa de todos nosotros. Tuya y mía.
Por ignorar el odio en los demás y no tratar de sanarlo.
Esforcémonos
para hacerlo ahora.
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