Las elecciones dominicanas del
2016 son pasado mañana. Honestamente no se como hablar acerca de ellas. He
reescrito esta introducción unas cuantas veces, inconforme con mis palabras. Se
me dificulta hallar que decir acerca de un proceso que cada cuatro años nos
aplasta el alma un poquito más. Es posible que sea eso mismo, que mi mente
encuentra tan malo el hecho que mis palabras goteen sin efecto, cuando el teatro del absurdo que
es nuestro gobierno hace y dice lo que quiere; que rechaza de inmediato cualquier
esfuerzo como inconsecuente.
El teatro de lo absurdo. Ese es el término con que quería enlazar
los temas en este pequeño artículo. Pero no puedo. No encuentro humor ni placer
en quizás hacer sonreír a un manojo de lectores. Simplemente no es gracioso. El
dominicano se esfuerza sobremanera para hacer de esta farsa algo digerible.
Hace chistes, escribe memes, hace
caricaturas de personas que de por sí ya
son caricaturas. Pero es desesperante ver como los mayores excesos del teatro
simplemente arrancan alguna azarosa risita.
Como ejemplo, la llamada del presidente. Es un espectáculo oneroso
y perverso gastar los recursos estatales en llamar a todos los dominicanos y
los que se sospecha que lo son, sin importar su localización en el orbe
terráqueo. Es una burla (usando el sentido moderno de burla y el sentido
medieval de “seducción engañosa”) abierta. Es un remanente del asqueroso
balaguersimo que aún se respira. Pero no ha de sorprender que se haga
esto, porque los actores de la obra
teatral saben que su público se limitará a hacer algún chistecito en Facebook.
Y la obra se mantiene en escena gracias a esto. Los actores
se vuelven su personaje porque se nos olvida que la farsa se vuelve la realdad
si se sostiene suficiente tiempo. Nos hacemos de la vista gorda cada vez que un
senador o diputado toma aires de Quijote, pintándose como “desfacedor de
tuertos y socorro de menesterosos”, usando el dinero del pueblo para
acreditarse victorias sociales (Ya sea llevar agua a poblados o tirar tendido
eléctrico.). Un heroísmo que no le
corresponde a ningún individuo en un país que se supone sea democracia
representativa. Hasta quienes nos quejamos con rigor casi académico no podemos
evitar ser un poco seducidos por la obra teatral, firmando nuestras quejas con “:p”
o con “XD”.
Amigos míos, los héroes quijotescos que presenta el partido
de gobierno no son más que eso, Quijotes. Hombres y mujeres de cerebro refrito,
incapaces de enfrentar su propia mentira. Es hora de desgarrar el velo de
misterio que protege a nuestros actores. Dejarlos al descubierto como los
mequetrefes que son. Comprender que la vida real no es una obra de teatro y que
esta no es una comedia. Cae como responsabilidad nuestra volvernos más serios
ante los chistes de mal gusto que se forman en las bocas presidenciales y
legislativas.
Si acaso queremos permitir algo de teatralidad en nuestras
vidas, doy como opción que pidamos que
nuestros actores sean Hombres Araña en vez de Quijotes. Sí, ese mismo, el que se pega en paredes y
sermonea acerca de poder y responsabilidad. El que en una película salida hace
unos pocos días tiró esta perla, más o menos así:
“Si ocurren cosas malas, y teniendo el poder que yo tengo,
estas recaen sobre mí.”
¿No sería acaso mejor la obra si el actor presidencial
comprendiera que sus “logros” son molinos de viento y no gigantes? ¿Que con su
poder total su responsabilidad ha de ser total también? Actos de bien, no para
la propia gloria como un Quijote, sino para el bien del desposeído. Bien
anónimo y sin ánimo de fama.
Mi gente, no vote por los actores que tienen casi veinte
años con su misma obra grotesca. Voten, pero voten en contra del chiste y el
mal gusto. Estos héroes trágicos cabalgando contra quimeras llevan décadas
tratando de entretener en vez de tratando de gobernar. Es hora de mostrar que
el poder está en nuestras manos y lo usaremos con responsabilidad y firmeza.
Tomen esto en serio.
Igual que el Hombre Araña.
Igual que el Hombre Araña.
Posdata: He evitado con el mayor cuidado posible nombrar al
partido de gobierno, a sus miembros y a sus candidatos. Mientras más se les
menciona más reales se vuelven y Google Analytics ama mostrarnos sus lúgubres
anuncios cada vez que los invocamos. Tengan un buen día.
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